
Más de una vez, al mirarme,
al ver el reflejo de mi rostro,
no me veo, no me reconozco:
"¿Quién es ese idiota que no deja de observarme?"
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Y abro los ojos, y hago muecas,
y el idiota me responde en ese instante,
y me jode esa instantaneidad sangrante
y me hiere estar tan lejos... y tan cerca.
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Luego despierto, me relajo, me avergüenzo,
me dá por pensar que soy un loco:
"Menos mal que no me ven, que aquí estoy solo".
Y me giro y me voy, desaparezco.
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Y se queda en mi alma, en un reflejo,
la reflexión de la luz, la óptica exacta,
las ondas de luz, Planck, la intemerata,
mi pequeña locura, el teatro de mi espejo.