Hace frío, duerme el sol,
el cielo plagado de brillos
y brillan también mis ojos
de tanto que ya he bebido.
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Y sonrío como un tonto,
y hablo, hablo y no me callo,
y mañana, con resaca,
volverá a cantar el gallo.
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Sólo entonces moriré,
pues mientras bebo estoy vivo
y la noche me recarga
al ofrecerme su abrigo.
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