Desarrollo mi instinto asesino
en el desarraigo de mi vida.
Pierdo de vista el mundo y mi destino.
Me vuelvo alcohólico sin priva.
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El periódico destaca mil estafas,
dos mil muertos, cien batallas, ocho estrenos
de filmes infumable, y ni una baza
en mis cartas de la brisca a la que juego.
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Y me caigo, yo y vosotros, en el cieno,
pero en eso me distingo de los demás,
pues lo veo y me sulfuro, y me enciendo
y vosotros lo tragais: "ya me dirás qué harás".
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Pues aunque sólo fuera conservar
el derecho al pataleo y al griterío
no me pienso, ni de lejos, conformar,
con tragarme ese plato, ni caliente ni frío.
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