9/6/16

EL MASOCA (01/07/14)

  -¡Si hombre!¡Y qué más!¡No me los vas a quitar!- Pese a que sólo lo pensaba la verdad es que parecía que sus palabras ahogaban el silencio previo a la bronca que se intuía.  Los antidisturbios habían comenzado a desplegarse a lo ancho de la avenida y ya hacía rato que las "lecheras" habían cerrado la huída.  Era cuestión de minutos que las escopetas empezaran a escupir bolas de goma. Él estaba en todas estas broncas.  Sentía placer en cada bolazo que recibía y trataba de recuperar las balas que le golpeaban.  Al llegar a casa las databa y las numeraba.  Estaba empezando a tener una colección importante en cuanto a tamaño pese a ser, comparativamente, mucho más enfermiza que grande.  Pero aquel día era especial.  Uno de los antidisturbios había colgado en Facebook un aviso de que, entre las balas de hoy, habría una especial.  -Especial- pensó -como yo- y se puso su mejor pasamontañas.  Al llegar, emocionado, se puso en primera fila cuando, de repente, la vio a ella:  delgada, alta cresta, botas militares, morena, ojos grandes.  -¡Si hombre!¡Y qué más!¡No me los vas a quitar!- Se acercó a ella y vio cómo rompía el primer cristal del Burger King.  Ya estaba.  Ya se había liado.  Aprovechó el momento de confusión para quitarla de en medio.  Le golpeó en la cabeza con una porra extensible.  Ella cayó al suelo sonriendo, casi gimiendo de placer, y le dijo "te quiero".  El la dejó suavemente en el suelo.  Recibió un bolazo en la espalda.  Pese al dolor corrió en busca de la bala que rebotaba como loca.  Cuando la cazó vio que la suerte estaba con él ese día:  La bala ponía su nombre.

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