No bajes la mirada y mira el infinito.
Hay alguien navegando en el olor de tu pelo.
Escorado a estribor, puesta la proa hacia el cielo
desgranando la luz de tus dos ojos benditos.
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No seas altanera. Piensa en él, pobrecito.
Recorriendo en los mares sus riesgos y desvelos.
A la deriva y sin velas manteniéndose entero.
Ofrécele un rumbo para alcanzar este hito.
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No hagas que se pierda, que por tí está perdido.
Muéstrale, sincera, el borde de tus redes
para que pueda llegar al puerto de tu cuerpo.
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Mientras tanto tendré que seguir tan aturdido
que no llevaré el timón par sentir que me quieres.
Pues soy yo, por supuesto, náufrago de tu tiempo.
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