En el trayecto que va de mi cabeza a mis manos
se desvanecen, a veces, los versos que creo que pienso
y se anulan, por intensos, por superfluos o por vanos
cuando aparecen, a veces, en tinta de color negro.
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En el aspecto que da la incerteza de lo insano
se me apetecen, a veces, los versos olor a incienso
y me anulan, por extensos, por "jipiosos" y por malos
cuando me mecen, a veces, momentos de "corto y pego".
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Como un insecto que va, en primavera, temprano,
cuando amanece, parece, inmerso en un mundo inmenso
y autorregula su censo volando contra un humano.
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Así me encuentro, en el centro, cogidito de la mano
mientras crece, o decrece, la idea de un nuevo verso.
Me estimula ese descenso. O me aburre. Es extraño.
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