Casi nada. Inapreciable.
Apenas segundos o menos.
La luz de una chispa. Un suspiro.
Quizás un rayo sin trueno.
Nada y menos. Incontable.
El fogonazo de un tiro.
Son las horas que la miro.
Desenfreno incontrolable.
Vuelan minutos, ajenos
a los ruegos que transpiro.
Iracundo, que no bueno,
me revuelvo, inabarcable
para intentar, con un gesto,
parar las agujas malditas
mientras me ahogo en sus ojos
y en su pelo me recuesto.
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