Allí estaba el cadáver. En medio del pasillo. Panza arriba, extraño, repulsivo. No podía ni acercarme. El terror me superaba. Me frenaba. Era una sensación de impotencia tan grande... Suerte que mi madre (siempre las madres) sabía qué hacer. El cuerpo acabó en el contenedor de la basura y no quedó ni rastro.
-¡Jose, tienes que quitarte estas tonterías!-me dijo cuando me bajé de la silla-¡sólo es una cucaracha!
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