Con los ojos a lunares y el alma morena,
y el cuello descoyuntado de querer seguir sus manos,
los talones destrozados de ver cómo taconean
y rojas las palmas, rojas, del rojo más colorado.
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Con los ojos a lunares y el alma serena,
y el vello aún erizado de ver el saber gitano,
los zapatos reventados de navegar por sus venas
y roja la sangre, roja, del rojo más encarnado.
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