Cicatrices en la cara.
De haber vivido siendo un niño.
De hacer trastadas.
De triscar por el monte como una cabra.
Y dar volteretas en las vallas de la ciudad.
Y también, por qué no, de envejecer.
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Cicatrices en las piernas.
De haber corrido por el campo.
De hacer burradas.
Del motocross sin moto por escombros.
Y de usar cuchillos sin tener edad.
Y también, por qué no, de envejecer.
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Cicatrices en las manos.
De haber dado golpes sin sentido.
De exceso de ganas.
De una mala mezcla de camiones y anillos.
Y de fumar demasiado o incluso más.
Y también, por qué no, de envejecer.
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Cicatrices en el pecho.
De rascar cuando no se debe.
De ponerme al sol.
De conducir en verano en coches viejos.
Y de quitarme algún lunar.
Y también, por qué no, de envejecer.
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Cicatrices en el alma.
Esas, sólo, por quien falta.
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