Me disuelvo en ácido
y el nervio de la vida, veloz,
rompe mis neuronas y envejezco.
A marchas forzadas
como las hojas en otoño.
Y me voy marchitando
mientras el reloj me mira y se descojona
y no hay perdón ni lástima ni pena.
Debo dar gracias: Hay sangre en mis venas.
¡Mierda para todos!¡Vida ramplona!
¡Que le vayan dando!
¿Es que hay derecho, coño?
Apenas queda nada.
Nada espero. Ya no crezco.
Sólo sigo el ritmo atroz.
Y no espero que sea plácido.
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