Anoche, mirando al cielo,
las estrellas me ladraban
y me enseñaban los dientes
de plata.
-
La luna, que tanto quiero
estaba esquiva y lloraba
sin dejar de ser valiente,
sensata.
-
Pero yo no tengo miedo
ni frío, ni sueño, ni nada,
tu presencia, siempre fuerte,
me tapa.
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