Nervioso, estresado, harto,
demacrado y sin salida,
me hundo en ésta, mi vida,
al borde del mismo infarto.
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Sin reposo, helado, exhausto,
destrozado en mil heridas,
resulto estar en la esquina
de miedo, prisa y hartazgo.
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Asqueroso y con espasmos,
tics nerviosos. ¡Espabila!
Madrugadas ya perdidas.
¡Cuánto madrugón infausto!
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