Cada día tengo más claro que no debo
intentar transigir a intransigentes,
tratar de razonar a irracionales
ni intentar argumentar contra los asociales
ni comprender fanatismos indecentes.
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Cada minuto, más claro que lo veo,
que es mentira la bondad de la gente,
esa utopía que equipara a los mortales
con angelitos buenos, celestiales
teniendo como tienen la maldad ahí, latente.
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Que sí, que es verdad, que hay algo bueno
y suelen aparecer de repente.
Cuando menos te lo esperas ellos salen
y quizás sólo por eso el mundo vale
un poquito la pena, simplemente.
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