Creo que no exploto por el desahogo de las letras.
Por las que leo.
Por las que escribo.
Por la multitud de vidas que vivo.
Por seguir intentando, algún día, ser poeta.
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Creo que no exploto de nervios en pataletas
porque a ratos casi ni respiro
y me dejo acariciar por un libro,
un artículo, un verso, un dibujo,
una viñeta.
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Creo que no exploto aunque a veces sí debiera.
O quizás, cuando lo hago,
se me caen de las manos los poemas.
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