A veces notas vibrar el mundo a través de otros
y preguntas, en voz baja,
si es normal, si es necesario,
si ese mundo es de esos otros o te corresponde algo,
un trocito, un pedazo,
una baldosa rota, aunque sea una migaja.
Y entonces saltas, sin más.
Huyes a toda hostia. Te vas. Vuelas y te escapas,
sin ruido, sin abrazos.
Te metes en una caja que algunos llaman barco
y hasta morir es precario.
Cuando sales de la caja
en una bolsa de plástico se te oscurecen los ojos.
El mundo, al final si,
era, del todo, de otros.
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