Con los remilgos que aprendí
me voy entrenando a diario,
que, sin ganas de sufrir, voy saltando entre los coches.
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Y el ruido se me lleva
volando entre picotazos
mientras la vida espera y el mundo pierde colores.
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Yo lo he elegido así,
a mi nadie me ha obligado.
En mis ganas de vivir voy asfaltando las noches.
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En esta ciudad de mierda
vivo bien, vivo entregado,
escuchando y disfrutando el rugir de los motores.
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