La oscuridad cernida
como nube gris oscuro
sobre la ciudad. Y mientras,
la sangre hierve,
el siguiente espera su turno,
y me late el alma a velocidad absurda.
Espero en esta esquina
y la espera me revienta,
y muerdo más fuerte, más duro,
el filo frío del cuchillo.
Y noto como vuelve. Siempre vuelve
el hambre, la sed, el picor,
y me yergo enhiesto, vivo. Y resurjo.
Respiro. Ya todo pasó.
Vuelvo a ser un chiquillo.
Aunque algún dolor me duela.
Porque algún hervor me falta.
Fui a matar pero resulta
que la muerte, zalamera,
vestía, hoy, minifalda.
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