¡Qué cansado estoy de aguantarle la mirada al destino!
¡Qué harto!¡Qué hartito estoy!
Y siempre perdiendo. Y siempre agradecido.
Y siempre perdido. No sé ni quién soy.
Ni si vengo o si voy.
Ni si hoy será bueno o sólo un hoy más.
O quizás, como ayer, un remedo de nada.
Una nada absoluta sin nada detrás
o la que produce hastío hasta la misma arcada
y que moja la hierba, la mierda y demás,
la que tengo y que doy.
Y al final, más que harto, me harto y desdoy
los corchetes que atan mis pies al bramido
que grita lo harto que estoy.
Y al gritar pestañeo y me limpio y respiro.
Respiro. Hasta que me harto respiro. Mi destino.
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