8/4/10

NI CREPÚSCULO NI HOSTIAS.

Una vez más, un poquito de prosa.
Las 12:00. La hora de las brujas. La hora de los espíritus. El vampiro despertó. Se levantó de la cama (lo del ataúd sólo lo dejaba para los invitados. Se acercó al lavabo con legañas en los ojos y el pelo alborotado de la almohada. Y es que ser un "no-muerto" no te evita la necesidad de peinarte. Y más en su caso que, por llevar la contraria a lo establecido, se había dejado el pelo largo. Quizás era un poco para agradecer a todos esos grupos de rock "vampírico" el recuerdo que estos brindaban a los de su especie. Quinientos años de vida (o de "no-vida", no sabía cómo llamarlo), le habían dado la posibilidad de oir todo tipo de música, pero esa, la "vampírica", le había llegado muy dentro. En el lavabo, frente a la pila, tosió, como cualquier hijo de vecino. Levantó la cabeza para mirarse al espejo. De hecho sólo parecía que se miraba porque, por supuesto, no había reflejo. Se lavó la cara y tosió de nuevo. Nunca, ni en vida, había tenido un buen despertar. Renegando volvió al dormitorio. Hizo la cama (vampiro pero pulcro) y se vistió. No tenía muchas ganas de salir, pero tenía que desayunar y en la nevera no quedaba ninguna bolsa. Iba a salir pero regresó a lavarse los dientes ya que le "cantaba el pozo" como él mismo decía.
El estómago comenzó a rugir. Tenía hambre. Decidió dar una vuelta por el barrio. No podía ser muy difícil encontrar a alguien un sábado por la noche. Siempre le quedaría la opción de ir a una discoteca, aunque nunca le gustó la comida basura. Y es que allí era más sencillo conseguir sangre pero, claro, no sabía qué se podía encontrar: tan pronto estaba eufórico y al borde de la taquicardia (si hubiera tenido latido) como mareado. Y no era ese el problema. Esas sensaciones ya le gustaban. El problema para él era el no haberlo elegido, el encontrárselo, el no haber disfrutado del speed o de la ginebra ¿O acaso a un vivo se le ocurriría comerse los cereales con whisky en lugar de leche? No, definitivamente la discoteca quedaría como última opción.
Barcelona es una ciudad tranquila. De lunes a jueves apenas hay dónde ir de juerga. El viernes y el sábado, sin embargo, no se acaba nunca la noche. Puedes pasear por cualquier calle del centro y del barrio antiguo y encontrar más gente de noche que muchas mañanas. Al vampiro esto le producía una sensación ambivalente: por un lado le gustaba, ya que había más para elegir y, una vez alimentado, había cachondeo; por otro le molestaba, ya que la intimidad que dan las calles vacías le gustaba. Siendo como era un sábado noche del mes de Mayo se decidió a ir por el Eixample, por la zona gay. Allí había menos policía que en el gótico, aún siendo este último el barrio que más le gustaba (nostalgia de juventud). Entró en un "pub" que tenía la bandera arcoiris en el exterior para marcar la tendencia del local. Se acercó a la barra y pidió un "bloody-mary" (qué si no). Observó el garito: oscuro, estrecho, lleno de hombres, ruidoso,... como cualquier otro. Eligió con paciencia a su víctima. Se decidió por un "oso", un barbudo con la cabeza afeitada y mucho vello corporal que bebía cerveza en jarra de medio litro. El vampiro no era gay, pero este tío parecía sano, sin colesterol, sin enfermedades raras, es decir, con una sangre alimenticia y sabrosa... vamos, todo un desayuno apetecible.
Las dos de la madrugada. Hora de entrar a trabajar ¿o cómo si no iba a pagar el alquiler? Entró en la tahona donde se dedicaba a hacer pan. Nunca quiso ser empresario y sólo sabía hacer eso, de panadero. Llevaba haciéndolo desde 1608, antes de que una falsa peregrina le mordiese prometíendole un buen rato para que se confiara allá en su pueblo natal, Villafranca del Bierzo. Cuando le mordió su vida dejó de ser normal... de día. Es decir, como panadero podía seguir viviendo de noche, pero si antes, de vez en cuando, veía las calles con la luz del sol, eso se había acabado. De todas formas, los recuerdos de aquella época no le traían ningún momento de nostalgia. Si acaso, "morriña" por su tierra, pero llevaba tanto tiempo "vivo" y tanto tiempo fuera que se había acostumbrado. Además, en Barcelona el pan que él hacía gozaba de gran prestigio, si bien sólo le servía para inflar su propio ego ya que, lógicamente, debía dejar que los laureles se los pusieran a otro por no descubrirse. Sería difícil de explicar por qué, cuando llegan los equipos de "España Directo" o "Callejeros" u otros por el estilo con sus cámaras, al lado del periodista hay un hueco donde debería haber una persona.
Las seis. Media jornada. Ese era el horario. Con eso tenía suficiente. Nunca hacía horas extras. Su jefe pensaba que era por principios sindicales. Sin dejar de ser cierto, el caso es que la lógica era aplastante: En Barcelona, a partir de las seis, podría desintegrarse con el Sol. Además, con ese sueldo tenía bastante gracias a los ahorros que había reunido durante tantos y tantos años. Vuelta a casa andando, ya que vivía cerca. Por el camino encontró a una japonesa despistada y borracha. Se la comió antes de subir. Con cierto mareo debido al alcohol en sangre se desnudó y entró entre las sábanas, dando gracias de vivir tan cerca para no tener que conducir. La habitación se movía, así que puso el pie en el suelo y se dispuso a dormir.
Inmortal. ¡Qué bien! ¡Inmortal! Quizás Bill Gates o Florentino Pérez quisieran ser inmortales. Quizás ya lo son. Pero él, el vampiro berciano de Barcelona, estaba hasta los cojones. Siempre currando y sin jubilarse. A ver si este invierno le toca el Euromillones (invierno porque anochece pronto y puede salir a "sellar" el boleto) y se puede tomar unos años sabáticos, porque desde luego, aquello que dicen los mortales de "no trabajo más en mi vida" él nunca podría hacerlo. ¡Qué putada de clase obrera! ¡Qué putada ser vampiro! "¿Dónde habré dejado la estaca?"